
Memoria de Martirio de San Juan Bautista
Acto de Comunión Espiritual por San Alfonso María de Ligorio: Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
Lectionary: 634
El evangelio de esta memoria es propio.
Primera lectura
Jeremίas 1, 17-19
En aquellos días, el Señor me dirigió estas palabras:
"Cíñete y prepárate;
ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No temas, no titubees delante de ellos,
para que yo no te quebrante.
Mira: hoy te hago ciudad fortificada,
columna de hierro y muralla de bronce,
frente a toda esta tierra,
así se trate de los reyes de Judá, como de sus jefes,
de sus sacerdotes o de la gente del campo.
Te harán la guerra, pero no podrán contigo,
porque yo estoy a tu lado para salvarte".
Salmo Responsorial
Del Salmo 70
R. Proclamaré, Señor, tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo:
que no quede yo nunca defraudado;
tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme,
escucha mi oración y ponme a salvo.
R. Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Sé para mí refugio y salvación,
pues eres tú mi roca y mi baluarte;
del poder del inicuo y del violento,
ven, Dios mío, a librarme.
R. Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Desde mi juventud, Señor,
mi esperanza tú fuiste;
desde antes de nacer me apoyé en ti
y tú me protegiste.
R. Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Yo proclamaré siempre tu justicia,
y tu gran compasión, a todas horas.
Me enseñaste a alabarte desde joven
y no he dejado de anunciar tus obras.
R. Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Aclamación antes del Evangelio
Mateo 5, 10
R. Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: "No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" Su madre le contestó: "La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
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