
San Juan de Sahagún Presbítero - (1430-1479)
El
día 24 de junio de 1430, fiesta de San Juan Bautista, en Sahagún, en el
pueblecillo de León, de los cristianos padres Juan González del
Castillo y Sancha Martínez venía al mundo este niño que haría famosa a
su villa natal más que ninguno de sus predecesores.
Al igual que
su Santo, será un verdadero predecesor de los designios de Dios y celoso
predicador de la Palabra divina, además de obrador de muchos milagros.
Sus
padres le educaron con la seriedad de castellanos bien formados en la
fe de Jesucristo. Al pequeño Juan se le veía crecer de día en día en
ciencia y virtud. Era angelical y transparente.
Su padre hubiera
querido que fueran las armas el futuro de su hijo, conseguido
milagrosamente después de muchos años que estaban esperando
descendencia, pero otros era los designios de la Divina Providencia. Le
atraía más la Iglesia que el cuartel y más la oración que la espada. Su
padre, buen cristiano, no se opuso cuando su hijo le manifestó sus
deseos de ser sacerdote, pensó: "También puede medrar en esta carrera y
el nombre de nuestra familia puede subir de prestigio si el pequeño
llega a ser algo grande entre el clero". Y a fe que llegó. No con
prebendas humanas o de dignidades eclesiásticas sino con virtud y
observancia en la vida que abrazaría.
Estudió
en su mismo pueblo con los Padres Benedictinos. Llamaba la atención por
su ejemplar comportamiento y su rendimiento en los estudios. Los
compañeros le admiraban y amaban por su sencillez y bondad. Los
superiores lo señalaban siempre como modelo para los demás.
Abrazó
la vida sacerdotal y el arzobispo de Burgos D. Alonso de Cartagena, lo
nombró su paje y después canónigo y capellán. Tenía nada más que veinte
años. Otro cualquiera en su lugar se sentiría satisfecho por tanta
prebenda. El, no. Estos halagos no llenaban su corazón y sólo ansiaba
encontrar lo que tan afanosamente buscaba. Renunció a todo y marchó a
Salamanca donde pensaba pasar desapercibido de todos y poderse entregar
al estudio y la oración y caridad.
Salamanca iba a ser su segunda
patria y donde echaría hondas raíces y haría un gran bien a todos.
Entró en el Colegio de San Bartolomé que haría famoso por sus prodigios.
Una vez concluidos los estudios, se entregó de lleno a la predicación.
Era, podemos afirmar, el predicador oficial de Salamanca.
Sin
saberse explicar la causa, le sobrevino una rara enfermedad de la que
curó de modo semimilagroso. Esta fue la gracia definitiva. Lo cuenta él
mismo: "Lo que pasó aquella noche entre Dios y mi alma El solo lo sabe; y
luego, a la mañana, fuime a San Agustín, alumbrado por el Espíritu
Santo y recibí este hábito". Era el 18 de junio de 1463. Empezó el
noviciado a los treinta y tres años y ganaba a todos en observancia,
oración y vida mortificada. "Estaba en el coro como un ángel" depuso un
compañero. Desde ahora se llamará Fray Juan de Sahagún, agustino.
Salamanca
entonces estaba sumida en odios y rencores. Las riñas y muertes
violentas estaban a la orden del día. Fray Juan estaba siempre dispuesto
para acudir a pacificar los enconos. Bien pudo ganarse el apelativo con
que era conocido: "El pacificador". Su vida está llena de sabrosas
anécdotas y de portentosos milagros en esta línea. Obraba los milagros
sin darles importancia. Era muy querido de todos. Fue envenenado por un
pérfida mujer y moría el 11 de junio de 1479, llorado por toda
Salamanca.
Comentarios
Publicar un comentario