Si ser cristiano era un continuo peligro de perder la vida, ser elegido
Pastor supremo, con carácter necesariamente visible, era un boleto con
premio de martirio. Eso fue, con sus peculiaridades lo que sucedió con
San Marcelo que sólo pudo gobernar la Iglesia un año, del 308 al 309.
Desde la muerte de este papa no pueden reunirse los obispos para elegir
sumo pontífice y vaca la Santa Sede por un paréntesis de tres o cuatro
años, dependiendo de que se date en el 307 o el 308 la elección de
Marcelo, según se use el catálogo liberiano o se empleen otras fuentes.
El hecho es que, elegido papa el presbítero romano Marcelo que en los
días de persecución fue uno de los firmes puntales de la comunidad, se
impone como tarea principal la reorganización de la Iglesia.
Tiene un carácter fuerte, enérgico aunque sereno y templado; como don,
la tenacidad en sus propósitos.
Habilita nuevas iglesias, reorganiza la jerarquía, consagra obispos y
sacerdotes, abre las puertas a la reconciliación -después de una
oportuna penitencia- a los famosos ´lapsiª que tantos conflictos
trajeron a la Iglesia en aquellos tiempos y que habían apostatado por
debilidad en los días amargos de la persecución.
En el año 308 o en el 309 según la documentación que se emplee, muere el
papa Marcelo en su destierro consumido de dolor y privaciones.
Texto fuente de Salesianos Centroamérica
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