
San CARLOS DE SEZZE. (1613-1670).
(Juan Carlos Melchiori).
Martirologio
Romano: En Roma, san Carlos de Seze, religioso de la Orden de los
Hermanos Menores, el cual desde la infancia se vio obligado a ganar el
pan cotidiano, e invitaba a sus compañeros a imitar a Cristo y a los
santos. Vestido con el sayal franciscano, se entregaba largamente a la
adoración del santísimo Sacramento del Altar.
Nació en Sezze Romano (Italia).
Trabajó como pastor y un día una bandada de aves espantó a los bueyes
que Carlos dirigía cuando estaba arando, y estos arremetieron contra él
con grave peligro de matarlo. Cuando sintió que iba a perecer en el
accidente, prometió a Dios que si le salvaba la vida se haría religioso.
Y milagrosamente quedó ileso.
Quiso ser franciscano lego para
imitar a san Salvador de Horta y a san Pascual Bailón. Pidió entonces a
unos religiosos franciscanos que le ayudaran a entrar en su comunidad y
ellos lo invitaron a que fuese a Roma para que hable con el superior de
la Orden. Así lo hizo junto con tres compañeros más y tras ser probados
con en la humildad tratándolos con mucha dureza, el superior accedió a
admitirlos.
Aunque creyó sentir la llamada para las misiones, una
grave enfermedad le retuvo en su tierra del Lazio, yendo de un convento a
otro, hasta acabar en la ciudad de Roma. Allí, en San Pietro in
Montorio y en San Francesco a Ripa (donde hoy se veneran sus restos), no
pasó de las actividades más modestas: cuidar enfermos, hacer de
sacristán, pedir limosna. Incluso dentro de su Orden era un "don nadie",
pero resultaba que tenía un especial don taumatúrgico.
Ante el
pedido de muchas personas que le pedían incesantemente que redactáse
algunas normas para orar mejor y crecer en santidad, el santo publicó un
folletín causándole diversas difucultades por lo que casi es expulsado
de su comunidad. Humillado se arrodilló ante un crucifijo para contarle
sus angustias, y oyó que Nuestro Señor le decía: "ánimo, que estas cosas
no te van a impedir entrar en el paraíso".
La petición más
frecuente del hermano Carlos a Dios era esta: "Señor, enciéndeme en amor
a Ti". Se dice que durante una Misa, al elevarse la Sagrada Forma de
ella partió un rayo luminoso que le hirió en el pecho hasta penetrar en
su corazón. A raíz de aquella experiencia y, a pesar de tener muy pocos
estudios, escribió un libro de mística "Las grandezas de la misericordia
de Dios", de la misma manera que hacía poesía. Conoció la caridad de
sus superiores, que no quisieron que se colgara un trozo de loza de los
platos que rompía (que eran muchos y muy a menudo), y que era la forma
de penitencia que se usaba entre los franciscanos para recordar el
cuidado que hay que tener con todas las cosas. Fue un santo
obedientísimo que no pudo ser sacerdote ni misionero. Su Santidad Juan
XXIII lo canonizó el 12 de abril de 1959.
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