San Fabián
Papa y Mártir
(† 250)
El culto de san Sebastián ha estado siempre unido al de san Fabián. Los
martirologios más antiguos ponían ya juntos sus nombres y juntos
permanecen aún en las Letanías de los santos.
No
obstante las amenazas de persecución, el papa san Fabián (236-250)
organizó el cuadro religioso de la Roma cristiana, dividiendo la ciudad
en siete distritos, administrados cada uno por un diácono.
Fue una de las primeras víctimas de la persecución de Decio, quien lo consideraba como enemigo personal y rival suyo.
San Sebastián Mártir
(Siglo III)
La
Iglesia disfrutaba de paz en la segunda mitad del siglo III, con lo que
creció mucho el número de cristianos. El resultado fue que se extendió
una cierta molicie y se originaron diversas luchas intestinas entre los
cristianos, como explica el historiador Eusebio. A finales del siglo la
Providencia permitió una nueva persecución, de parte de Diocleciano y
Maximino, que la empezaron precisamente por los miembros de las tropas.
Uno de los casos más famosos fue el del soldado Sebastián.
Sebastián,
hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había
educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera cohorte de la
guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el
emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la
disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos.
Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus
compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa
de Cristo.
Esta situación no podía durar mucho. Fue denunciado al
emperador. Maximino lo llamó, le afeó su conducta y le obligó a escoger
entre ser su soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián no dudó, escogió
la milicia de Cristo. Desairado el emperador, le amenazó de muerte. El
cristiano Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la
confirmación, se mantuvo firme en su fe. Entonces, enfurecido Maximino,
lo condenó a morir asaeteado. Los sagitarios lo llevaron al estadio, lo
desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de
saetas. Y lo dejaron allí por muerto.
Según el relato de su
martirio, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron y al ver que
aún estaba vivo, lo recogieron, y lo llevaron a casa de una noble
cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y
le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Le aconsejaban
sus amigos que se ausentara de Roma, pero no quiso Sebastián, pues ya se
había encariñado con la idea del martirio. Se presentó inesperadamente
ante el emperador, que quedó desconcertado, pues lo daba por muerto.
Sebastián le reprochó con energía su conducta por perseguir a los
cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir. Los soldados
cumplieron esta vez sin errores el encargo y tiraron su cuerpo en un
lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en
la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.
El
culto a San Sebastián es muy antiguo. Es invocado contra la peste y
contra los enemigos de la religión. Es uno de los santos más populares y
de los que tiene más imágenes y más iglesias dedicadas. Es llamado el
Apolo cristiano, uno de los santos más reproducidos por el arte, pues
como el martirio lo presenta con el torso desnudo y cubierto de flechas,
tenían los artistas más campo de acción. Pero la belleza estaba sobre
todo en su alma, en su inquebrantable fidelidad a Cristo, que él
prefirió a todas las ventajas y prestigios humanos, que le ofrecía el
emperador.
San Ambrosio, que luego sería arzobispo de Milán, fue
su gran panegirista: «Aprovechemos el ejemplo del mártir San Sebastián.
Era oriundo de Milán y marchó a Roma en tiempo en que la fe sufría allí
una terrible persecución. Allí padeció, mejor dicho, allí fue coronado».
En
el cielo goza de doble aureola de mártir, pues padeció doble martirio,
suficiente cada uno de ellos para alcanzar la corona de la gloria. Su
generosidad en arrostrarlo por segunda vez es un ejemplo para todos.
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