
San Isidoro de Sevilla
Obispo y Doctor de la Iglesia
(560-636)
ORACIÓN antes de usar Internet:
Dios
todopoderoso y eterno, que nos has creado a tu imagen y nos mandaste a
buscar todo lo que es bueno, verdadero y hermoso, especialmente en la
persona divina de tu Hijo unigénito, Nuestro Señor Jesucristo,
concédenos suplicarte que a través de Por intercesión de San Isidoro,
obispo y médico, durante nuestros viajes por Internet dirigiremos
nuestras manos y ojos sólo a lo que te agrada y trataremos con caridad y
paciencia a todas aquellas almas que encontremos. Padre te lo pedimos,
por Cristo nuestro Señor. Amén.
San Isidoro de Sevilla es el último de los Padres latinos, y resume en
sí todo el patrimonio de adquisiciones doctrinales y culturales que la
época de los Padres de la Iglesia transmitieron a los siglos futuros.
Isidoro fue un escritor enciclopédico, muy leído en la Edad Media, sobre
todo por sus Etimologías, una «summa» muy útil de la ciencia antigua,
en la que condensó los principales resultados más con celo que con
espíritu crítico. Pero a pesar de poseer tan ricamente la ciencia
antigua y de influir considerablemente en la cultura medioeval, su gran
preocupación como obispo celoso fue la de lograr una madurez cultural y
moral del clero español.
Para
esto fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros
seminarios, dedicando mucho de su laboriosa jornada a la instrucción de
los candidatos al sacerdocio. La santidad era de casa en la noble
familia, oriunda de Cartagena, de la que nació (en Sevilla) Isidoro en
el 560: tres hermanos fueron obispos y santos: Leandro, Fulgencio e
Isidoro; una hermana, Florentina, fue religiosa y santa. Leandro, el
hermano mayor, fue tutor y maestro de Isidoro, que quedó huérfano cuando
era muy niño.
El futuro doctor de la Iglesia, autor de muchos libros que tratan de
todo el saber humano, desde la agronomía hasta la medicina, de la
teología a la economía doméstica, al principio fue un estudiante poco
aplicado. Como tantos otros compañeros dejaba de ir a la escuela para ir
a vagar por los campos. Un día se acercó a un pozo para sacar agua y
notó que las cuerdas habían hecho hendiduras en la dura piedra. Entonces
comprendió que también la constancia y la voluntad del hombre pueden
vencer las duras dificultades de la vida.
Regresó con amor a sus libros y progresó tanto en el estudio que mereció
ser considerado el hombre más sabio de su tiempo. Isidoro sucedió al
hermano Leandro en el gobierno de la importante diócesis de Sevilla.
Como el hermano, fue el obispo más popular y autorizado de su tiempo, y
también presidió el importante cuarto concilio de Toledo, en el 633. Se
formó con la lectura de San Agustín y de San Gregorio Magno, y aun sin
tener el vigor un Boecio o el sentido organizador de un Casiodoro,
Isidoro compartió con ellos la gloria de ser el maestro de la Europa
medioeval y el primer organizador de la cultura cristiana. Cuenta una
simpática leyenda que cuando tenía un mes de vida, un enjambre de abejas
invadió su cuna y dejó en los labios del pequeño Isidoro un poco de
miel, como auspicio de la dulce y sustanciosa enseñanza que un día
saldría de esos labios. Isidoro fue muy sabio, pero al mismo tiempo de
profunda humildad y caridad; no sólo obtuvo el título de «doctor
aegregius» sino también la aureola de santo.
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