Santa Misa Online - Lecturas y Video Sábado Santo 19 de Abril 2025 - de la Semana Santa - #Eucaristía en Tu Iglesia Virtual

Vigilia pascual en la Noche Santa
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Acto de Comunión Espiritual por San Alfonso María de Ligorio
Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el
Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo
vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora
sacramentalmente, venid al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si
ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no
permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
Lectionary: 41 - Primera lectura
Gn 1, 1–2, 2
En
el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y
caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios se
movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios: “Que exista la
luz”, y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz
de las tinieblas. Llamó a la luz “día” y a las tinieblas, “noche”. Fue
la tarde y la mañana del primer día.
Dijo
Dios: “Que haya una bóveda entre las aguas, que separe unas aguas de
otras”. E hizo Dios una bóveda y separó con ella las aguas de arriba, de
las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda “cielo”. Fue la
tarde y la mañana del segundo día.
Dijo Dios: “Que se junten las
aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo
seco”. Y así fue. Llamó Dios “tierra” al suelo seco y “mar” a la masa de
las aguas. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios: “Verdee la
tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla,
según su especie, sobre la tierra”. Y así fue. Brotó de la tierra hierba
verde, que producía semilla, según su especie, y árboles que daban
fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Fue la tarde y la mañana del tercer día.
Dijo Dios: “Que haya
lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche,
señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del
cielo para iluminar la tierra”. Y así fue. Hizo Dios las dos grandes
lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la
noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la
bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche, y
separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde
y la mañana del cuarto día.
Dijo Dios: “Agítense las aguas con
un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves,
bajo la bóveda del cielo”. Creó Dios los grandes animales marinos y los
vivientes que en el agua se deslizan y la pueblan, según su especie.
Creó también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era
bueno y los bendijo, diciendo: “Sean fecundos y multiplíquense; llenen
las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra”. Fue la
tarde y la mañana del quinto día.
Dijo Dios: “Produzca la tierra
vivientes, según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras,
según sus especies”. Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales
domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era
bueno.
Dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los
animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra”.
Y creó Dios al hombre a su imagen;
a imagen suya lo creó;
hombre y mujer los creó.
Y
los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la
tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y
a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”.
Y dijo Dios:
“He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la
faz de la tierra, y todos los árboles que producen fruto y semilla, para
que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas
las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres
que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas”. Y así
fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la
tarde y la mañana del sexto día.
Así quedaron concluidos el cielo
y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó
Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho.
O bien:
Gn 1, 1. 26-31a
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: “Hagamos
al
hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a
las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se
arrastra sobre la tierra”.
Y creó Dios al hombre a su imagen;
a imagen suya lo creó;
hombre y mujer los creó.
Y
los bendijo Dios y les dijo: “Sean fecundos y multiplíquense, llenen la
tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y
a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”.
Y dijo Dios:
“He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la
faz de la tierra, y todos los árboles que producen fruto y semilla, para
que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todas
las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres
que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas”. Y así
fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno.
Salmo Responsorial
Salmo 103, 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14. 24 y 35c.
R. (cf. 30) Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía;
Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza.
Te vistes de belleza y majestad,
la luz te envuelve como un manto.
R. Bendice al Señor, alma mía.
Sobre bases inconmovibles
asentaste la tierra para siempre.
Con un vestido de mares la cubriste
y las aguas en los montes concentraste.
R. Bendice al Señor, alma mía.
En los valles hacer brotar las fuentes,
que van corriendo entre montañas;
junto al arroyo vienen a vivir las aves,
que cantan entre las ramas.
R. Bendice al Señor, alma mía.
Desde tu cielo riegas los montes
y sacias la tierra del fruto de tus manos;
haces brotar hierba para los ganados
y pasto para los que sirven al hombre.
R. Bendice al Señor, alma mía.
¡Qué numerosas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría!
La tierra está llena de tus creaturas.
Bendice al Señor, alma mía
R. Bendice al Señor, alma mía.
O bien:
Salmo 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22
R. (5b) La tierra llena está de tus bondades.
Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades.
R. La tierra llena está de tus bondades.
La palabra del Señor hizo los cielos
y su aliento, los astros.
Los mares encerró como en un odre
y como en una presa, los océanos.
R. La tierra llena está de tus bondades.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor;
dichoso el pueblo que escogió por suyo.
Desde el cielo el Señor, atentamente,
mira a todos los hombres.
R. La tierra llena está de tus bondades.
En el Señor está nuestra esperanza,
pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros,
puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
R. La tierra llena está de tus bondades.
Segunda Lectura
Gn 22, 1-18
En
aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham,
Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo
único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo
en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.
Abraham madrugó,
aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac;
cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había
indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a
sus criados: “Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta
allá, para adorar a Dios y después regresaremos”.
Abraham tomó la
leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano
el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre
Abraham: “¡Padre!” Él respondió: “¿Qué quieres, hijo?” El muchacho
contestó: “Ya tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el
sacrificio?” Abraham le contestó: “Dios nos dará el cordero para el
sacrificio, hijo mío”. Y siguieron caminando juntos.
Cuando
llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y
acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar,
encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.
Pero el
ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!”
Él contestó: “Aquí estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano
contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le
has negado a tu hijo único”. Abraham levantó los ojos y vio un carnero,
enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en
sacrificio en lugar de su hijo. Abraham puso por nombre a aquel sitio
“el Señor provee”, por lo que aun el día de hoy se dice: “el monte donde
el Señor provee”.
El ángel del Señor volvió a llamar a Abraham
desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el Señor, que por
haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y
multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas
del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu
descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque
obedeciste a mis palabras”.
O bien:
Gn 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18
En
aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abraham y le dijo: “¡Abraham,
Abraham!” Él respondió: “Aquí estoy”. Y Dios le dijo: “Toma a tu hijo
único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo
en sacrificio, en el monte que yo te indicaré”.
Cuando llegaron
al sitio que Dios le había señalado, Abraham levantó un altar y acomodó
la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la
leña, y tomó el cuchillo para degollarlo.
Pero el ángel del
Señor lo llamó desde el cielo y le dijo: “¡Abraham, Abraham!” Él
contestó: “Aquí estoy”. El ángel le dijo: “No descargues la mano contra
tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has
negado a tu hijo único”. Abraham levantó los ojos y vio un carnero,
enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en
sacrificio en lugar de su hijo.
El ángel del Señor volvió a
llamar a Abraham desde el cielo y le dijo: “Juro por mí mismo, dice el
Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo
te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo
y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades
enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la
tierra, porque obedeciste a mis palabras”.
Salmo Responsorial
Salmo 15, 5 y 8. 9-10. 11
R. (1) Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia:
mi vida está en tus manos.
Tengo siempre presente al Señor,
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Por eso se me alegran el corazón y el alma
y mi cuerpo vivirá tranquilo,
porque tú no me abandonarás a la muerte,
ni dejarás que sufra yo la corrupción.
R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Enséñame el camino de la vida,
sáciame de gozo en tu presencia
y de alegría perpetua junto a ti.
R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Tercera Lectura
Ex 14, 15–15, 1
En
aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí?
Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón,
extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren
en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios
para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de
todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de
gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios
sabrán que yo soy el Señor”.
El ángel del Señor, que iba al
frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de
nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas,
entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios.
La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los
ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche.
Moisés
extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la
noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas.
Los israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas
formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se
lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y
jinetes, entraron tras ellos en el mar.
Hacia el amanecer, el
Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y
sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte
que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios:
“Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto”.
Entonces
el Señor le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que
vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes”. Y
extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron
a su sitio, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con
ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y
cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del faraón, que
se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se
salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio
del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día
salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los
egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del
Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor
y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron
este cántico al Señor:
Salmo Responsorial
Éx 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18
R. (1a) Alabemos al Señor por su victoria.
Cantamos al Señor, sublime es su victoria:
caballos y jinetes arrojó en el mar.
Mi fortaleza y mi canto es el Señor,
él es mi salvación;
él es mi Dios, y yo lo alabaré,
es el Dios de mis padres, y yo le cantaré.
R. Alabemos al Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor.
Precipitó en el mar los carros del faraón
y a sus guerreros;
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
R. Alabemos al Señor por su victoria.
Las olas los cubrieron,
cayeron hasta el fondo, como piedras.
Señor, tu diestra brilla por su fuerza,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo.
R. Alabemos al Señor por su victoria.
Tú llevas a tu pueblo
para plantarlo en el monte que le diste en herencia,
en el lugar que convertiste en tu morada,
en el santuario que construyeron tus manos.
Tú, Señor, reinarás para siempre.
R. Alabemos al Señor por su victoria.
Cuarta Lectura
Is 54, 5-14
“El que te creó, te tomará por esposa;
su nombre es ‘Señor de los ejércitos’.
Tu redentor es el Santo de Israel;
será llamado ‘Dios de toda la tierra’.
Como a una mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor.
¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?,
dice tu Dios.
Por un instante te abandoné,
pero con inmensa misericordia te volveré a tomar.
En un arrebato de ira
te oculté un instante mi rostro,
pero con amor eterno me he apiadado de ti,
dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé:
entonces juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
ahora juro no enojarme ya contra ti
ni volver a amenazarte.
Podrán desaparecer los montes
y hundirse las colinas,
pero mi amor por ti no desaparecerá
y mi alianza de paz quedará firme para siempre.
Lo dice el Señor, el que se apiada de ti.
Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad,
la no consolada:
He aquí que yo mismo coloco tus piedras sobre piedras finas,
tus cimientos sobre zafiros;
te pondré almenas de rubí
y puertas de esmeralda
y murallas de piedras preciosas.
Todos tus hijos serán discípulos del Señor,
y será grande su prosperidad.
Serás consolidada en la justicia.
Destierra la angustia,
pues ya nada tienes que temer;
olvida tu miedo,
porque ya no se acercará a ti’’.
Salmo Responsorial
Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b.
R. (2a) Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Alaben al Señor quienes lo aman,
den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
por la mañana, el júbilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente.
Quinta Lectura
Is 55, 1-11
Esto dice el Señor:
""Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua;
y los que no tienen dinero,
vengan, tomen trigo y coman;
tomen vino y leche sin pagar.
¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan
y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien,
saborearán platillos sustanciosos.
Préstenme atención, vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua,
cumpliré las promesas que hice a David.
Como a él lo puse por testigo ante los pueblos,
como príncipe y soberano de las naciones,
así tú reunirás a un pueblo desconocido,
y las naciones que no te conocían acudirán a ti,
por amor del Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel, que te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar,
invóquenlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal, sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad;
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes,
sus caminos no son mis caminos.
Porque así como aventajan los cielos a la tierra,
así aventajan mis caminos a los de ustedes
y mis pensamientos a sus pensamientos.
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve
y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar
a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer,
así será la palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí sin resultado,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá su misión''.
Salmo Responsorial
Is 12, 2-3, 4bcd. 5-6
R. (3) Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
El Señor es mi Dios y salvador,
con él estoy seguro y nada temo.
El Señor es mi protección y mi fuerza
y ha sido mi salvación.
Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Alaben al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra.
Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel
ha sido grande con ustedes.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Sexta Lectura
Bar 3, 9-15. 32–4, 4
Escucha, Israel, los mandatos de vida,
presta oído para que adquieras prudencia.
¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo,
que envejezcas en tierra extranjera,
que te hayas contaminado por el trato con los muertos,
que te veas contado entre los que descienden al abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría.
Si hubieras seguido los senderos de Dios,
habitarías en paz eternamente.
Aprende dónde están la prudencia,
la inteligencia y la energía,
así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida,
y dónde la luz de los ojos y la paz.
¿Quién es el que halló el lugar de la sabiduría
y tuvo acceso a sus tesoros?
El que todo lo sabe, la conoce;
con su inteligencia la ha escudriñado.
El que cimentó la tierra para todos los tiempos,
y la pobló de animales cuadrúpedos;
el que envía la luz, y ella va,
la llama, y temblorosa le obedece;
llama a los astros, que brillan jubilosos
en sus puestos de guardia,
y ellos le responden: ""Aquí estamos"",
y refulgen gozosos para aquel que los hizo.
Él es nuestro Dios
y no hay otro como él;
él ha escudriñado los caminos de la sabiduría
y se la dio a su hijo Jacob,
a Israel, su predilecto.
Después de esto, ella apareció en el mundo
y convivió con los hombres.
La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios,
la ley de validez eterna;
los que la guardan, vivirán,
los que la abandonan, morirán.
Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala;
camina hacia la claridad de su luz;
no entregues a otros tu gloria,
ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
Bienaventurados nosotros, Israel,
porque lo que agrada al Señor
nos ha sido revelado.
Salmo Responsorial
Salmo 18, 8. 9. 10. 11
R. (Jn 6, 68c) Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta del todo
y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
En los mandamientos del Señor hay rectitud
y alegría para el corazón;
son luz los preceptos del Señor
para alumbrar el camino.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
La voluntad de Dios es santa
y para siempre estable;
los mandatos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Más deseables que el oro y las piedras preciosas
las normas del Señor,
y más dulces que la miel
de un panal que gotea.
R. Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.
Séptima Lectura
Ez 36, 16-17a . 18-28
En
aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
""Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su
tierra, la mancharon con su conducta y con sus obras; como inmundicia
fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos,
por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado
con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron
errantes por todas las tierras. Los juzgué según su conducta, según sus
acciones los sentencié. Y en las naciones a las que se fueron,
desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: 'Éste
es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra'.
Pero,
por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a
donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel:
'Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo
mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre
las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando,
por medio de ustedes les haga ver mi santidad.
Los sacaré a
ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los
llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados;
los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.
Les daré un
corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes
el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi
espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis
mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán
mi pueblo y yo seré su Dios' "".
Salmo Responsorial
Salmo 41, 3. 5bcd; Salmo 42, 3-4
R. (Sal 41, 2) Estoy sediento del Dios que da la vida.
Como el venado busca
el agua de los ríos,
así, cansada, mi alma
te busca a ti, Dios mío.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Del Dios que da la vida
está mi ser sediento.
¿Cuándo será posible
ver de nuevo su templo?
R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Recuerdo cuando íbamos
a casa del Señor,
cantando, jubilosos,
alabanzas a Dios.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad;
que ellas se conviertan en mi guía
y hasta tu monte santo me conduzcan,
allí donde tú habitas.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
Al altar de Señor me acercaré,
al Dios que es mi alegría,
y a mi Dios, el Señor, le daré gracias
al compás de la cítara.
R. Estoy sediento del Dios que da la vida.
O bien, cuando hay bautizos:
Is 12, 2-3, 4bcd. 5-6
R. (3) Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
El Señor es mi Dios y salvador,
con él estoy seguro y nada temo.
El Señor es mi protección y mi fuerza
y ha sido mi salvación.
Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
Alaben al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra.
Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel
ha sido grande con ustedes.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación.
O bien:
Salmo 50, 12-13. 14-15. 18-19
R. (12a) Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Crea en mí, Señor, un corazón puro,
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni retires de mí tu santo espíritu.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Devuélveme tu salvación, que regocija
y mantén en mí un alma generosa.
Enseñaré a los descarriados tus caminos
y volverán a ti los pecadores.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios
y si te ofreciera un holocausto, no lo agradaría.
Un corazón contrito te presento,
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
R. Crea en mí, Señor, un corazón puro.
Epístola
Rm 6, 3-11
Hermanos:
Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del
bautismo, hemos sido incorporados a él en su muerte. En efecto, por el
bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como
Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado
íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo
estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro hombre viejo fue
crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido,
a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda
libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo,
estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La
muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de
una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo
ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús, Señor nuestro.
Salmo Responsorial
Salmo 117, 1-2. 16ab-17. 22-23
R. Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
"Su misericordia es eterna".
R. Aleluya, aleluya.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestra orgullo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.
R. Aleluya, aleluya.
La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R. Aleluya, aleluya.
Evangelio
Mc 16, 1-7
Transcurrido
el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé,
compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el
primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro.
Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de
la entrada del sepulcro?” Al llegar, vieron que la piedra ya estaba
quitada, a pesar de ser muy grande.
Entraron en el sepulcro y
vieron a un joven, vestido con una túnica blanca, sentado en el lado
derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten.
Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí; ha
resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a
decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a
Galilea. Allá lo verán, como él les dijo’ ”.
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