Santo del Dia 15 Septiembre - Nuestra Señora de los Dolores - Los Siete Dolores de la Santísima Virgen
Los Siete Dolores de la Santísima Virgen
La imagen de la Virgen Dolorosa -Virgen de la Soledad- y la imagen de María con su Hijo muerto en su regazo -la Piedad-, puede decirse que no faltan en ninguna iglesia, que es la advocación preferida de todas las madres, que han dado a luz a sus hijos con dolor y han tenido que sufrir tanto por ellos, por diversos motivos y con tanta frecuencia. ¡Qué maravilla de Dolorosas en las procesiones de la Semana Santa Española!
¿Cuáles son los siete - 7 Dolores de Nuestra Señora?
2) Segundo dolor: la huida a Egipto.
3) Tercer dolor: Jesús perdido en el Templo.
4) Cuarto dolor: María encuentra a su Hijo camino del Calvario.
5) Quinto dolor: Jesús muere en la Cruz.
6) Sexto dolor: Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre.
7) Séptimo dolor: dan sepultura al cuerpo de Jesús.
Decía
un buen observador que la Pietá de Miguel Angel no le había
impresionado hasta que vio a una mujer con los huesos y la mochila de su
hijo en su regazo, siete meses después de perdido en la montaña.
Oración de la Novena: Virgen
Santísima y afligida, Reina de los Mártires, tú permaneciste bajo la
cruz, presenciando la agonía de tu Hijo moribundo. Mírame con ternura y
piedad de madre a mí, que me arrodillo ante ti. Venero tus dolores y
deposito mis peticiones con filial confianza en el santuario de tu
corazón herido. Preséntalas, te lo ruego, en mi nombre a Jesucristo, por
los méritos de su sacratísima pasión y muerte, junto con tus
sufrimientos al pie de la cruz. Por la eficacia unida de ambos, obtened
la concesión de mi petición. ¿A quién recurriré en mis carencias y
miserias sino a ti, Madre de Misericordia? Has bebido tan profundamente
del cáliz de tu Hijo, que puedes tener compasión de nuestros dolores.
Santa María, tu alma fue traspasada por una espada de dolor al ver la
pasión de tu Divino Hijo. Intercede por mí y obtén para mí de Jesús
(mencionar petición) si es para su honra y gloria y para mi bien. Amén. (Di 1 Padre Nuestro, 1 Ave María y 1 Gloria cada día de la Novena de 9 días)
El
ángel había dicho a María que era bendita entre todas las mujeres, y
apenas nacido Jesús, ya la llamaba Simeón la Madre de los Dolores, ya le
anunciaba que una espada le atravesaría el corazón. Uno de los castigos
del pecado original era que la mujer alumbraría a sus hijos con dolor, y
ahora Simeón le decía que ella, que estaba libre del pecado original no
se libraría de alumbrarnos con dolor, unida a la cruz de Jesús. Si El
había de ser Varón de Dolores, Ella sería la Madre de los Dolores. Una
Madona sin sufrimientos, junto a un Cristo sufriente, dice Fulton Sheen,
sería una Madona sin amor. Cristo nos amó tanto que quiso morir para
expiar nuestra culpa y quiso que su Madre sufriera con El.
"Fue
cruel Simeón con aquella jovencita madre. ¿Por qué anticipar el dolor?
¿Por qué no dejarla disfrutar del gozo del nacimiento? ¿Por qué esta
crueldad innecesaria? ¿Por qué multiplicarle la tristeza anticipándola?"
(Martín Descalzo).
Desde que María oyó a Simeón, ya nunca
levantaría las manitas del Niño sin ver en ellas una sombra de los
clavos. Simeón retiró la vaina que ocultaba el futuro e hizo que la
acerada hoja del dolor brillara ante los ojos de María. Cada pulsación
que advirtiera en las diminutas muñecas de su hijito, sería para ella
como el eco de una martillazo inminente. No bien botada al mar del mundo
aquella joven vida, cuando ya Simeón, viejo marinero, hablaba de
naufragios. Fue muy larga la herida de la espada.
La alegría del
nacimiento, los pastores, los Magos, pasaron pronto, y llegó la amargura
del destierro. Tras los gozos de la niñez, vinieron las palabras
misteriosas de Jesús en el templo. Junto a la amable vida de familia,
está la llamada "noche de Nazareth", noche que duró muchos años. Jesús
sigue en el taller. María espera en la oscuridad de la fe.
Por
fin sale a predicar. Le siguen las turbas, realiza milagros. Pero
quieren despeñarle en Nazareth -iglesita de Nuestra Señora del Temblor- y
los sabios y sumos sacerdotes le desprecian. Y llega la Pasión. María
no aparece el Domingo de Ramos, pero no falta a la cita en la Calle de
la Amargura. Y menos podía faltar en el calvario, junto a la Cruz de
Jesús.
Ahí está la Madre de los Dolores sufriendo con su Hijo.
Ahora repite el Fiat que un día pronunció. Entonces le costó poco, ahora
le cuesta mucho. Lo repite con un profundo dolor. "Mirad si hay dolor
semejante a mi dolor". Pero lo repite con firmeza, de pie. Es la Reina
de los mártires, la gran sacerdotisa de la humanidad. Ofrece al Hijo y
se ofrece ella misma.
Jesús es colocado en los brazos de su
Madre. María se acordaría de Belén. Pero todo había cambiado. Ahora está
muerto y desfigurado. Cuando Jesús fue sepultado, la soledad de la
Virgen fue todavía mayor. "Otra vez como en Belén tu falda cuna le hacía
y sobre El tu amor volvía a la angustias primeras... Señora, si tú
quisieras contigo le lloraría" (Pemán).
Fuente Sanctoral
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