Santo del Dia 25 Agosto - San Luis IX Rey de Francia - que alimentó a los Mendigos de su Mesa y Patrón de los Peluqueros y los #Franciscanos Seglares

San Luis IX - Rey de Francia
(1215-1270)
"Luis, prefiero verte muerto antes que en desgracia de Dios por un
pecado mortal". Era su santa Madre, Doña Blanca de Castilla, quien así
hablaba a su hijo. Ella era hija del rey de Castilla y Regente de
Francia. Su hijo sería un gran rey, celoso impulsor de la reforma de la
Iglesia, ardiente capitán de Cruzadas y, lo que más vale, un santo.
Muchas
virtudes aprendió de su santa madre, pero quizá la más importante fue
el amor a la Iglesia y a los pobres. Nació en Poissy el 25 de abril de
1214 y poco después allí mismo recibió el gran don del santo bautismo.
Llegará a apreciar de tal modo lo que estar bautizado significa que en
muchos documentos no se firmará como "Luis IX de Francia", sino "Luis de
Poissy".
Doña
Blanca, al quedar viuda, se hace cargo del gobierno de la nación. Lo
hace con gran maestría. De ella va aprendiendo el futuro rey cómo se
deben llevar las cuestiones de Estado y cómo hay que tratar a los
súbditos, especialmente a los pobres. Siempre los amará con toda su alma
y no faltará quien le acuse de ser demasiado generoso con ellos en
detrimiento de los bienes del Estado. Cuando él sea rey de Francia,
querrá tener siempre a su lado a su madre y le pedirá consejo en cuantos
asuntos trate de cierta gravedad. Su misma madre, en cuyo corazón ardía
el deseo de la conquista de los Sagrados Lugares, animará a su hijo a
que tome parte en una de aquellas Cruzadas y cuando se entere, estando
en Oriente, de la muerte de su santa madre, llorará como un niño esta
pérdida y dirá al Señor, como nos cuentan los Cronistas de su tiempo:
"Te doy gracias, Padre Santo, por la madre que me diste. Ella me educó y
formó. Págale, Señor, cuanto por mí hizo... Ahora te la has llevado a
la Gloria. Bendito seas por los siglos de los siglos...".
En 1235
contrae matrimonio con la bella y cristiana Margarita, hija de D. Ramón
de Berenguer, conde de Provenza. Fueron modelo para todos los
príncipes, de unión y amor. La Reina se dedicaba más bien a la educación
de los hijos y al gobierno de la casa. No influía en la marcha de la
nación, como lo hiciera Doña Blanca. A pesar de ello cuando el sultán de
Egipto propone unas condiciones a Luis IX, dicen que contestó el
monarca galo: "Consultaremos a la Reina para conocer su parecer. Ella es
mi dama y no puedo hacer nada sin su consentimiento".
Luis era
un hombre de gran fe y gran piedad. Asistía a Misa todos los días y
pasaba largas horas en oración. Alguien criticó que el rey pasara tanto
tiempo entregado a obras de piedad. Llegó hasta los oídos del rey y éste
se limitó a decir: "Seguro que nadie diría nada si emplease el doble de
tiempo en jugar a los dados o en correr por los bosques tras los
ciervos y las perdices".
En cierta ocasión alguien le animó a que
fuera a visitar la Sangre de Cristo que estaba fresca, como premio a la
fe de un sacerdote. Y contestó el piadoso rey: "Id vosotros, si os
place, pues será que no creéis o creéis mal. Yo lo creo como lo enseña
la Santa Madre Iglesia, y por eso, la Misa me basta".
Se preocupó
de levantar iglesias, ayudar a los pobres, defender la justicia en
todas partes. Era como el padre bueno al que podían ir sin miedos aunque
fuera rey. Luchó contra la blasfemia, y a su hijo y heredero, Felipe,
le dijo: "No sufras que se diga delante de ti alguna blasfemia contra
Dios ni contra los Santos".
Por fin, lleno de buenas obras,
mientras lucha en su segunda Cruzada, cerca de Túnez, el 25 de agosto de
1270, muere abatido por la peste, en un lecho de ceniza y pidiendo
perdón de sus pecados.
ORACIÓN a San Luis (Se puede rezar como Novena durante 9 días con un Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
Oh
santo Rey San Luis, digno hijo de nuestro Santo Padre San Francisco y
patrón de la Tercera Orden, intercede por mí ante nuestro Padre
Celestial. Obtén para mí la gracia de seguir tus pasos, de ser siempre
un obediente hijo de San Francisco y de observar exactamente, todos los
días de mi vida, esa santa regla que tú amaste tan ardientemente y
guardaste tan fielmente. Sé mi guía y protector, para que nunca me
desvíe del camino de la virtud sino que aumente diariamente en santidad y
perfección, y finalmente merezca ser contado entre los elegidos de
nuestro Seráfico Padre Celestial. Amén. Oh Dios, que exaltaste al
bienaventurado Luis tu confesor desde el reino terrenal a la gloria de
tu reino celestial: concédenos, te rogamos, que por sus méritos e
intercesión seamos hechos herederos del Rey de reyes, tu Hijo nuestro
Señor Jesús. Cristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén
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