Santo 31 de Enero : San Juan Bosco, devoto de Nuestra Señora, Inauguró un Hospicio para Niños Pobres y dijo “Confía todo a Jesús...”
Un
propósito firme y constante: llevar el mayor número de almas al Cielo.
San Juan Bosco siempre lo cultivó en su corazón y puso por encima de
todo la salvación eterna de aquellos que encontraba en las calles o
llamaban a su puerta. Por eso, la atención que prodigó a los jóvenes
abandonados, pobres o sin educación, no era exclusivamente de tipo
social, sino que sobre todo respondía a una necesidad espiritual.
Un sueño profético
El
fuego de la caridad que animaba al sacerdote era el deseo de amar a
Dios infinitamente bueno y omnipotente en aquellos que conocía. "Da mihi
animas, coetera tolle", "dame las almas y quédate con todo lo demás"
era el lema escrito con grandes letras que se podía leer en su
dormitorio. En una ocasiòn, cuando todavía era un niño de sólo nueve
años, tuvo un sueño profético: estaba rodeado de algunos muchachos que
jugaban y otros que blasfemaban. Dado su temperamento impulsivo, Juan
buscaba hacerles desistir agrediéndolos con puños y puntapiés. Le
aparecieron luego en la escena Jesús y la Virgen que lo exhortaron a
ganarse el afecto de esos "amigos" "no por la furia de los golpes, sino
con la mansedumbre y la caridad": sólo con ese modo afable los habría
convencido "sobre la fealdad del pecado y la preciosidad de la virtud".
Nacido en una familia italiana pobre, pero dotado de gran inteligencia
Juan nació el 16 de agosto de 1815 en el pueblo de Becchi, en Castelnuovo d'Asti.
Su
padre, Francisco, se había casado con Margarita Occhiena, en segundas
nupcias pero murió a los treinta y tres años por una pulmonía, cuando
Juan tenía apenas dos años. Desde entonces, para sacar adelante a toda
la familia, el camino se presentaba muy fatigoso. Por un lado, era justo
promover la notable inteligencia de Juanito, que ya se había hecho
notar desde temprana edad, pero esta promoción chocó inmediatamente con
la hostilidad de su hermanastro Antonio, que debía trabajar duramente en
los campos y consideraba que el tiempo dedicado a los libros por Juan
era un lujo excesivo. La constante oposición de Antonio obligó a
Margarita a enviar a su hijo Juan fuera de casa. Por fortuna, le
encontró un trabajo como obrero en el caserío de la familia Moglia.
Después de haber recibido su primera comunión, Juan sintió que debía
atraer a muchos de sus compañeros a encontrar a Jesús. Para ello se
inventó un método muy original y muy cautivador de los jóvenes
siviéndose de los juegos y de las acrobacias aprendidas a los acróbatas
de las ferias. La vivacidad intelectual del muchacho no pasó
desapercibida al capellán de Morialdo, Juan Calosso, quien, antes de su
repentina muerte, en 1829 le dio sus primeras lecciones de latín. Sin
embargo, no fue hasta 1831 que Juan pudo completar en cuatro años los
estudios de la escuela primaria y secundaria. Para pagar sus clases
trabajaba como sastre, camarero, mozo, carpintero, zapatero y herrero.
Estudiante muy aventajado y de una memoria sorprendente, pronto se hizo
notar también por el futuro santo, José Cafasso, un sacerdote que lo
orientó al seminario. Fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1841 en la
Capilla del Arzobispado de Turín. Se trasladó al Internado Eclesiástico
de la ciudad de Saboya y comenzó su apostolado en la cercana Iglesia de
San Francisco de Asís entre los jóvenes más pobres, procedentes del
campo que vagaban por las calles o que encontraba en las prisiones.
Amaba y educaba como un verdadero padre a estos jóvenes abandonados, muy
perturbados y desorientados debido al duro proceso de
industrialización.
El oratorio y su pasión por los jóvenes
El 8
de diciembre de 1844, inspirándose en san Felipe Neri, fundó el
oratorio que más tarde establecería en Valdocco, bautizándolo con el
nombre de san Francisco de Sales. Poco después Don Bosco dará vida
también a la Congregación Salesiana al servicio de la juventud y, más
tarde, en 1872, junto con santa María Dominica Mazzarello, al Instituto
de las Hijas de María Auxiliadora para la educación de las jóvenes. La
misión salesiana adquirió pronto un carácter internacional: el Boletín
Salesiano, hoy distribuido en 26 idiomas y 135 países, y los textos
hagiográficos y pedagógicos del santo, siempre inspirados en un enfoque
educativo preventivo y nunca represivo, fueron traducidos a diferentes
idiomas, mientras los fundadores aún vivían. El sacerdote Juan también
era un promotor convencido de la "buena prensa católica" destinada a la
divulgaciòn cultural, pedagógica y cristiana que contrarrestara los
efectos nocivos de la prensa laica y facciosa que daba notable espacio a
falsedades y doctrinas anticristianas.
Formar ciudadanos honestos y buenos cristianos
Su
elevado compromiso espiritual, pastoral y social católico cojuntado con
una fidelidad incondicional al Papa, en la época de gobiernos liberales
y masónicos, sólo podía causar al fundador de los Salesianos
enemistades, persecuciones y ataques. Sin embargo, fue tal la estima que
se ganó en la opinión pública por su labor educativa que en más de una
ocasión fue elegido como mediador entre el Estado y la Santa Sede. El
templo dedicado al Sagrado Corazón en Roma, construido por deseo del
Papa León XIII y gracias a tantos donativos providenciales, se convirtió
en un lugar de espiritualidad y redención social para innumerables
jóvenes. "Formar ciudadanos honestos y buenos cristianos" fue la misión a
la que el santo se dedicó hasta su muerte, acaecida el 31 de junio de
1888. Fue Pío XI quien lo beatificó en 1929 y lo canonizó en 1934. San
Juan Pablo II lo declaró "padre y maestro de la juventud" en el
centenario de su muerte. Para proseguir su misiòn, innumerables jóvenes
han seguido las huellas de Don Bosco hasta el día de hoy. "Ser bueno no
consiste en no cometer errores, sino en tener la voluntad de
enmendarse". Un camino de santificación que, para decirlo con santo
Domingo Savio, su alumno, consiste "en estar muy alegres y en el
perfecto cumplimiento de los propios deberes". El Papa Francisco confesó
que, ya desde que era niño, había aprendido ese "carisma" de alegría en
la escuela de sexto grado de los Salesianos en Argentina.Un propósito
firme y constante: llevar el mayor número de almas al Cielo. San Juan
Bosco siempre lo cultivó en su corazón y puso por encima de todo la
salvación eterna de aquellos que encontraba en las calles o llamaban a
su puerta. Por eso, la atención que prodigó a los jóvenes abandonados,
pobres o sin educación, no era exclusivamente de tipo social, sino que
sobre todo respondía a una necesidad espiritual.
Un sueño profético
El
fuego de la caridad que animaba al sacerdote era el deseo de amar a
Dios infinitamente bueno y omnipotente en aquellos que conocía. "Da mihi
animas, coetera tolle", "dame las almas y quédate con todo lo demás"
era el lema escrito con grandes letras que se podía leer en su
dormitorio. En una ocasiòn, cuando todavía era un niño de sólo nueve
años, tuvo un sueño profético: estaba rodeado de algunos muchachos que
jugaban y otros que blasfemaban. Dado su temperamento impulsivo, Juan
buscaba hacerles desistir agrediéndolos con puños y puntapiés. Le
aparecieron luego en la escena Jesús y la Virgen que lo exhortaron a
ganarse el afecto de esos "amigos" "no por la furia de los golpes, sino
con la mansedumbre y la caridad": sólo con ese modo afable los habría
convencido "sobre la fealdad del pecado y la preciosidad de la virtud".
Nacido en una familia italiana pobre, pero dotado de gran inteligencia
Juan nació el 16 de agosto de 1815 en el pueblo de Becchi, en Castelnuovo d'Asti.
Su
padre, Francisco, se había casado con Margarita Occhiena, en segundas
nupcias pero murió a los treinta y tres años por una pulmonía, cuando
Juan tenía apenas dos años. Desde entonces, para sacar adelante a toda
la familia, el camino se presentaba muy fatigoso. Por un lado, era justo
promover la notable inteligencia de Juanito, que ya se había hecho
notar desde temprana edad, pero esta promoción chocó inmediatamente con
la hostilidad de su hermanastro Antonio, que debía trabajar duramente en
los campos y consideraba que el tiempo dedicado a los libros por Juan
era un lujo excesivo. La constante oposición de Antonio obligó a
Margarita a enviar a su hijo Juan fuera de casa. Por fortuna, le
encontró un trabajo como obrero en el caserío de la familia Moglia.
Después de haber recibido su primera comunión, Juan sintió que debía
atraer a muchos de sus compañeros a encontrar a Jesús. Para ello se
inventó un método muy original y muy cautivador de los jóvenes
siviéndose de los juegos y de las acrobacias aprendidas a los acróbatas
de las ferias. La vivacidad intelectual del muchacho no pasó
desapercibida al capellán de Morialdo, Juan Calosso, quien, antes de su
repentina muerte, en 1829 le dio sus primeras lecciones de latín. Sin
embargo, no fue hasta 1831 que Juan pudo completar en cuatro años los
estudios de la escuela primaria y secundaria. Para pagar sus clases
trabajaba como sastre, camarero, mozo, carpintero, zapatero y herrero.
Estudiante muy aventajado y de una memoria sorprendente, pronto se hizo
notar también por el futuro santo, José Cafasso, un sacerdote que lo
orientó al seminario. Fue ordenado sacerdote el 5 de junio de 1841 en la
Capilla del Arzobispado de Turín. Se trasladó al Internado Eclesiástico
de la ciudad de Saboya y comenzó su apostolado en la cercana Iglesia de
San Francisco de Asís entre los jóvenes más pobres, procedentes del
campo que vagaban por las calles o que encontraba en las prisiones.
Amaba y educaba como un verdadero padre a estos jóvenes abandonados, muy
perturbados y desorientados debido al duro proceso de
industrialización.
El oratorio y su pasión por los jóvenes
El 8
de diciembre de 1844, inspirándose en san Felipe Neri, fundó el
oratorio que más tarde establecería en Valdocco, bautizándolo con el
nombre de san Francisco de Sales. Poco después Don Bosco dará vida
también a la Congregación Salesiana al servicio de la juventud y, más
tarde, en 1872, junto con santa María Dominica Mazzarello, al Instituto
de las Hijas de María Auxiliadora para la educación de las jóvenes. La
misión salesiana adquirió pronto un carácter internacional: el Boletín
Salesiano, hoy distribuido en 26 idiomas y 135 países, y los textos
hagiográficos y pedagógicos del santo, siempre inspirados en un enfoque
educativo preventivo y nunca represivo, fueron traducidos a diferentes
idiomas, mientras los fundadores aún vivían. El sacerdote Juan también
era un promotor convencido de la "buena prensa católica" destinada a la
divulgaciòn cultural, pedagógica y cristiana que contrarrestara los
efectos nocivos de la prensa laica y facciosa que daba notable espacio a
falsedades y doctrinas anticristianas.
Formar ciudadanos honestos y buenos cristianos
Su
elevado compromiso espiritual, pastoral y social católico cojuntado con
una fidelidad incondicional al Papa, en la época de gobiernos liberales
y masónicos, sólo podía causar al fundador de los Salesianos
enemistades, persecuciones y ataques. Sin embargo, fue tal la estima que
se ganó en la opinión pública por su labor educativa que en más de una
ocasión fue elegido como mediador entre el Estado y la Santa Sede. El
templo dedicado al Sagrado Corazón en Roma, construido por deseo del
Papa León XIII y gracias a tantos donativos providenciales, se convirtió
en un lugar de espiritualidad y redención social para innumerables
jóvenes. "Formar ciudadanos honestos y buenos cristianos" fue la misión a
la que el santo se dedicó hasta su muerte, acaecida el 31 de junio de
1888. Fue Pío XI quien lo beatificó en 1929 y lo canonizó en 1934. San
Juan Pablo II lo declaró "padre y maestro de la juventud" en el
centenario de su muerte. Para proseguir su misiòn, innumerables jóvenes
han seguido las huellas de Don Bosco hasta el día de hoy. "Ser bueno no
consiste en no cometer errores, sino en tener la voluntad de
enmendarse". Un camino de santificación que, para decirlo con santo
Domingo Savio, su alumno, consiste "en estar muy alegres y en el
perfecto cumplimiento de los propios deberes". El Papa Francisco confesó
que, ya desde que era niño, había aprendido ese "carisma" de alegría en
la escuela de sexto grado de los Salesianos en Argentina.
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