Biografía
La vida y personalidad de san Bruno nos son bastante bien conocidas gracias al testimonio de sus compañeros y algunos breves escritos salidos de su pluma.
San Bruno nació en Colonia (Alemania) en 1030. Según el testimonio de quienes le conocieron, su persona irradiaba paz, bondad y alegría, “Siempre estaba con rostro alegre” diría uno de ellos.
Oh Dios, Padre misericordioso, que llamaste a san Bruno a la soledad del desierto para fundar la Orden de la cartuja; te pedimos que por su intercesión nos libres de las tristezas de este mundo y nos concedas el don de la paz y la alegría espiritual que has prometido a quienes perseveran en buscarte.
Amén
Aunque desempeñó importantes cargos eclesiásticos en Reims, la diócesis primada de Francia, san Bruno ha pasado a la historia como el fundador de la Orden de la Cartuja. En realidad más que fundador habría que considerarlo como el iniciador de un género de vida monástico que con el tiempo se convertiría en la Orden de la Cartuja: Una familia de ermitaños contemplativos que cuenta con una rama masculina y otra femenina. Ambas ramas comparten la misma vocación, una vida de oración y silencio en el corazón de la Iglesia. Este carisma se ha mantenido vivo a través de los siglos. Los monjes y monjas cartujos practican una vida de fe sencilla y consagran sus vidas a alabar a Dios y orar por las necesidades del mundo.
Estudios
A
temprana edad Bruno comenzó sus estudios en la prestigiosa escuela
catedralicia de Reims (Francia), donde pronto despuntó por sus dotes
intelectuales.
En torno a los 20 años de edad, comienza a
reflexionar sobre la situación de la iglesia y sobre el posible camino
académico que él podría tomar, encaminándose hacia los estudios
religiosos. Podemos decir que desde joven su estilo de vida fue austero y
poco a poco se fue orientando cada vez más a la búsqueda de Dios.
Primeros cargos públicos
San
Bruno fue nombrado Canónigo de San Cuniberto, catedral de Reims, lo que
supuso una gran distinción al acabar sus estudios personales, pues se
le suponían dotes especiales para el liderazgo. Hacia 1056 fue designado
maestrescuela en Reims, es decir, director general de los estudios en
ésta ciudad francesa donde entre los alumnos de San Bruno se encontraba
Odón de Chantillón, el futuro Papa Urbano II. La elección era
honrosísima para Bruno. Ser designado para un puesto tan delicado a la
edad de 27 años significaba que había desarrollado excepcionales
capacidades para la docencia, con trato amable y cercano, a lo que se
sumaban sus dotes de gobierno.
Bruno se presenta como un alma
entregada a los estudios sagrados, más tarde como un maestro, y
finalmente como un hombre cuya autoridad moral crecía de forma
imponente.
Demostración de intenciones
Entre 1090 y 1101 nos
llegan las primeras luces de lo que sería la gran aventura de San Bruno
en forma de carta, destinada a su compañero Raúl le Verd. En ella deja
patente su fervor por la vida eremítica, por la dedicación a la paz, el
silencio y la meditación. Aparte de ello, Bruno señala dos puntos clave
de entre sus intenciones: primeramente su determinación de huir de las
vanidades del mundo, consagrándose a la conquista de lo eterno, y
seguidamente su voluntad de apartarse de toda ocupación y relación
secular para darse únicamente a la vida divina de la gracia. Esto
significaría vivir “solo con el Solo”, es decir, solo con Dios en una
vida destinada a la contemplación pura.
La aventura de San Bruno
Entre
1081 y 1083, Bruno abandonó Reims en compañía de Pedro y Lamberto
dirección al sur. Se instalaron en Séche-Fontaine, un monasterio de
Molesmes (Troyes), viviendo una vida cenobítica (vida en comunidad
monacal) por un periodo de entre uno y tres años. El problema para san
Bruno era que llevaba en sí otro ideal de vida religiosa: se sentía
impulsado por el espíritu de Dios al desierto, al eremitismo. De este
modo, Bruno deja Séche-Fontaine junto a seis compañeros que participaban
de su mismo ideal eremítico para formar una pequeña comunidad de
solitarios.
La partida de Bruno nos da una luz especial sobre su
vocación, sobre el auténtico llamamiento del Espíritu Santo en su alma.
Emprendió la ruta al sur de nuevo, dirigiéndose hacia Grenoble y los
Alpes sin motivo aparente de la elección de ruta. A primeros de Junio de
1084, Bruno y sus seis compañeros llegan al macizo rocoso de
Chartreuse, en la diócesis de Grenoble, en pleno desierto, comenzando
así una maravillosa aventura. De esta forma, se levantó el primer
monasterio cartujano en un macizo de los Alpes franceses conocido como
“La Chartreuse”, de ahí el nombre en español de “Cartuja”.
Desde
el primer momento contaron con el apoyo de San Hugo de Grenoble, quien
había vaticinado la llegada de Bruno y sus seis compañeros a través de
un sueño. El terreno yermo de la región favorecía la separación casi
total del mundo que tanto buscaba Bruno.
Construyeron la primera
Cartuja bajo los fundamentos que hoy en día se siguen conservando, tanto
en la disposición de estancias físicas como en los parámetros morales
basados en la oración, la soledad y el silencio. Desde entonces, el
cartujo vive, en espíritu y en su corazón, el misterio de Dios, y lo
vive con grandeza de alma. Durante seis años, san Bruno siguió esta vida
que consideraba como la más pura, la más santa, la más consagrada a
Dios y la más eficaz. Dios iba a enseñarle, y a enseñarnos, por medio de
su vida, que existe una soledad aún más profunda que la soledad del
desierto: la soledad de la obediencia.
Salida de San Bruno
de Chartreuse:
destino a Roma
Si
por Bruno hubiera sido, habría terminado sus días junto a sus
compañeros de Chartreuse, pero el Papa Urbano II requirió sus servicios
como consejero en Roma, haciendo de este encargo un asunto
irrenunciable. Debemos aclarar que en realidad Bruno no estuvo en la
propia ciudad de Roma, pues estaba ocupada por el antipapa, y la corte
de Urbano II era ambulante. En Febrero de 1090 dejó su querido
eremitorio en manos de un nuevo Prior, Landuino. Siguió siendo fiel y
ayudándoles con sus consejos y su amistad. De hecho la preocupación de
San Bruno por el porvenir de la Orden sería una constante durante el
resto de su vida.
El esfuerzo por adaptarse a la vida de la corte
pontificia fue, sin duda, leal. Pero Bruno no terminaba de estar
contento con su nueva vida. Expresó a Urbano II su desasosiego y
solicitó permiso para abandonar la corte y volver de nuevo a su
desierto. Desafortunadamente, el papa tenía previsto nombrar a Bruno
arzobispo de Reggio (una región de la provincia de Calabria en Italia).
Este asunto debió crear en Bruno una grave crisis de conciencia. Toda su
fe y su fidelidad a la Iglesia le impulsaban a servir a Urbano II, pero
su deseo principal le arrastraba a la vida eremítica. Debió mantener
conversaciones francas con el Papa, abriéndole el alma, suplicando y
exponiendo sus deseos y aspiraciones. Urbano II reconoció al fin la
vocación excepcional de su ayudante, nombrando a Rangier y no a Bruno
para la sede de Reggio. Esta decisión honraba tanto a san Bruno como al
Papa Urbano II, pues suponía el reconocimiento de la vida eremítica como
una forma digna de la búsqueda de Dios.
Un nuevo emplazamiento:
San Bruno en Calabria
Desafortunadamente,
el destino de Bruno no sería volver a Chartreuse, sino comenzar una
nueva vida eremítica en Calabria, por decisión papal. De esta forma
comenzó la construcción del nuevo eremitorio en Santa María de la Torre
en los primeros meses de 1092. Se trataba de un desierto situado a 850
metros de altitud. Aparte de los factores ambientales, también encontró
dificultades políticas y religiosas que hicieron más costosa su
adaptación a la nueva ubicación.
Gracias a sus cartas a los
hermanos de Chartreuse, sabemos que Bruno permaneció diez años en este
nuevo emplazamiento, junto a una comunidad de entre quince y veinte
miembros, aunque en fechas cercanas a su muerte, esta cartuja rondaba
los 30 monjes.
Morir habemos…A Dios tenemos.
Apenas
tenemos detalles de la enfermedad que se llevó al maestro Bruno. Sí que
ha trascendido que su muerte fue muy serena y que en la semana que
precedió a su fallecimiento, Bruno quiso hacer su profesión de fé. Esta
práctica era muy común en la época, y consistía en enumerar los sucesos
más notables de su vida y expresar su fé en Nuestro Señor Jesucristo.
El
Domingo siguiente, su alma santa se separó de su cuerpo; era el 6 de
Octubre de 1101, y Bruno moría en Calabria, el mismo lugar donde hoy en
día descansan sus restos. Bruno contaba con algo más de 70 años y hacía
17 que había fundado el primer eremitorio en Chartreuse, el origen de la
fundación Cartujana y punto de partida de un modo de vida sin igual.De: cartuja.org
Comentarios
Publicar un comentario