Papa Francisco dice "La Virgen de Guadalupe...aparece vestida con ropas de los indígenas...María es la Madre y bajo su manto cada niño encuentra un lugar. En ella, Dios se hizo carne..."


La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9,00 horas en el Aula Pablo VI.

En su discurso en italiano, el Papa, retomando el ciclo de catequesis La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente, centró su meditación en el tema "Anuncio en la lengua materna: San Juan Diego, mensajero de la Virgen de Guadalupe (Lectura: Mt 11,25-27).

La Audiencia General concluyó con el recitado del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

Catequesis del Santo Padre -

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro camino para redescubrir la pasión por el anuncio del Evangelio, para ver cómo el celo apostólico, esta pasión por el anuncio del Evangelio se ha desarrollado en la historia de la Iglesia, en este viaje miramos hoy a las Américas. Aquí la evangelización tiene una fuente siempre viva: Guadalupe.

Es un manantial vivo. ¡Los mexicanos estamos felices! Por supuesto, el Evangelio ya os había llegado antes de aquellas apariciones, pero lamentablemente también había ido acompañado de intereses mundanos. En lugar del camino de la inculturación, se tomó con demasiada frecuencia el camino apresurado de trasplantar e imponer modelos preestablecidos, europeos, por ejemplo, sin respetar a las poblaciones indígenas. La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con ropas de los indígenas, habla su lengua, acoge y ama la cultura del lugar: María es la Madre y bajo su manto cada niño encuentra un lugar. En ella, Dios se hizo carne y, a través de María, sigue encarnándose en la vida de los pueblos. En efecto, Nuestra Señora anuncia a Dios en el idioma más adecuado, es decir, la lengua materna. Y también a nosotros Nuestra Señora nos habla en su lengua materna, la que entendemos bien. El Evangelio se transmite en la lengua materna. Y quisiera dar las gracias a tantas madres y abuelas que la transmiten a sus hijos y nietos: la fe pasa con la vida, por eso las madres y las abuelas son las primeras heraldas. ¡Un aplauso a las madres y abuelas! Y el Evangelio se comunica, como muestra María, con sencillez: Nuestra Señora elige siempre a los sencillos, en el cerro del Tepeyac en México como en Lourdes y en Fátima: hablándoles, les habla a cada uno, con un lenguaje apto para todos, con un lenguaje comprensible, como el de Jesús.

Detengámonos entonces en el testimonio de San Juan Diego, que es el mensajero, es el niño, es el indígena que recibió la revelación de María: el mensajero de Nuestra Señora de Guadalupe. Era una persona humilde, un indio del pueblo: sobre él se posa la mirada de Dios, que ama hacer maravillas a través de los pequeños. Juan Diego había llegado a la fe ya adulto y casado. En diciembre de 1531 tenía unos 55 años. Mientras va de camino, ve sobre una colina a la Madre de Dios, que tiernamente lo llama, ¿y cómo le llama la Virgen? "mi hijito adorado Juanito" (Nican Mopohua, 23). Luego lo envía al Obispo para que le pida que le construyan un templo allí mismo, donde había aparecido. Juan Diego, sencillo y disponible, va con la generosidad de su corazón puro, pero tiene que esperar mucho tiempo. Finalmente habla con el obispo, pero no le creen. A veces nosotros, los Obispos… Se reencuentra con Nuestra Señora, quien lo consuela y le pide que lo intente de nuevo. El indio regresa junto al obispo y con gran dificultad lo encuentra, pero éste, después de escucharlo, lo despide y envía hombres a seguirlo. He aquí el esfuerzo, la prueba del anuncio: a pesar del celo, llega lo inesperado, a veces desde la misma Iglesia. De hecho, para anunciarlo no basta con dar testimonio del bien, es necesario saber soportar el mal. No olvidemos esto: es muy importante anunciar el Evangelio, no basta con dar testimonio del bien, sino que es necesario saber soportar el mal. Un cristiano hace el bien, pero soporta el mal. Ambos van juntos, así es la vida. También hoy, en muchos lugares, para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas se necesita perseverancia y paciencia, es necesario no temer los conflictos, no desanimarse. Pienso en un país donde los cristianos son perseguidos porque son cristianos y no pueden practicar bien y en paz su religión. Juan Diego, desanimado, porque el Obispo lo estaba postergando, pide a Nuestra Señora que lo dispense y nombre a alguien más estimado y capaz que él, pero se le invita a perseverar. Siempre existe el riesgo de una cierta cesión en el anuncio: algo anda mal y uno retrocede, desanimado y quizás refugiándose en las propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones íntimas. Nuestra Señora, en cambio, mientras nos consuela, nos mantiene en marcha y así nos hace crecer, como una buena madre que, siguiendo los pasos de su hijo, lo lanza a los desafíos del mundo.

Juan Diego, así animado, regresa donde el obispo quien le pide una señal. Nuestra Señora se lo promete y lo consuela con estas palabras: «No se turbe tu rostro, tu corazón: […] ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?» (ibid., 118-119). Esto es hermoso, Nuestra Señora muchas veces cuando estamos en la desolación, en la tristeza, en la dificultad, ella también nos lo dice, en su corazón: "¿No estoy aquí yo que soy tu madre?" Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas para seguir adelante. Luego le pide que vaya a la cima seca de la colina a recoger algunas flores. Es invierno pero, a pesar de ello, Juan Diego encuentra unas hermosas, las mete en su manto y se las ofrece a la Madre de Dios, quien lo invita a llevarlas al Obispo como prueba. Va, espera pacientemente su turno y finalmente, en presencia del Obispo, abre su tilma - que es con lo que se cubrían los indígenas - abre su tilma mostrando las flores y he aquí: aparece la imagen en la tela del manto. de la Virgen, la extraordinaria y viva que conocemos, en cuyos ojos todavía están impresos los protagonistas de aquella época. Aquí está la sorpresa de Dios: cuando hay disponibilidad, cuando hay obediencia, Él puede hacer algo inesperado, en tiempos y de maneras que no podemos predecir. Así se construyó el santuario solicitado por la Virgen y que hoy puede visitarse.

Juan Diego lo deja todo y, con permiso del Obispo, dedica su vida al santuario. Acoge a los peregrinos y los evangeliza. Esto es lo que sucede en los santuarios marianos, destinos de peregrinación y lugares de anuncio, donde todos se sienten como en casa -porque es la casa de la madre, es la casa de la madre- y sienten nostalgia, es decir, nostalgia del lugar donde está la Madre, Cielo. Allí se acoge la fe de forma sencilla, se acoge la fe de forma genuina, popular, y Nuestra Señora, como dijo a Juan Diego, escucha nuestras lágrimas y cura nuestros sufrimientos (cf. ibíd., 32). Aprendemos esto: cuando hay dificultades en la vida, acudimos a la Madre; y cuando la vida es feliz, acudimos a la Madre para compartirla también. Necesitamos acudir a estos oasis de consuelo y de misericordia, donde la fe se expresa en la lengua materna; donde las dificultades de la vida se depositan en los brazos de la Virgen y se vuelve a la vida con paz en el corazón, tal vez con la paz de los niños. 

Saludos 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, pidamos al Señor que auxilie y que fortalezca especialmente a las madres y a las abuelas, que son las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y sus nietos. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Melizzano y a la unidad pastoral de Gallio, acompañados por el arzobispo Giampiero Gloder.

Dirijo ahora un pensamiento a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Que el ejemplo del apóstol san Bartolomé, cuya fiesta celebraremos mañana, os ayude a ser testigos sinceros de Jesús y a soportar con fe el sufrimiento, pensando en los que padecieron los apóstoles del Evangelio. Encomendamos también a la intercesión de san Bartolomé la querida Ucrania, tan duramente probada por la guerra. Hermanos y hermanas, oremos por nuestros hermanos y hermanas ucranianos: sufren mucho. ¡La guerra es cruel! Tantos niños desaparecidos, tantos muertos. ¡Oremos, por favor! No olvidemos a la maltrecha Ucrania. Hoy es una fecha significativa para su país.

Para todos ustedes mi bendición.

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